REGISTROS
ANA MARÍA FERRARI
por DIEGO KEHRIG
Ana María pasaba los veranos en Monte Grande. El chalet de sus abuelos era un laberinto de enormes habitaciones y pasillos para correr y recorrer. En el jardín había nísperos, ciruelos, manzanos y durazneros. Una huerta, una cancha de bochas, una calesita y un paseo estallado de calas y alverjillas. Su canasta regresaba siempre repleta de higos verdes y frutillas. El molino proporcionaba de manera misteriosa el agua para el riego diario.
Todas las mañanas trepaba hasta la cima. Con sus ojos de niña observaba a sus tías preparando el almuerzo o a sus hermanos jugando a la pelota. Sentada cerca de las aspas, almacenaba en secreto planos y encuadres. Aquella altura le permitía atrapar instantáneas que irían moldeando su memoria. Impresiones que edificaron su visión del mundo.
Sus primeras fotografías ocurrieron sin una cámara en la mano.
Autodidacta por naturaleza, produce su obra con absoluta ausencia de estudios formales. Jamás pisó academias o talleres. Sin embargo, reconoce como maestros a quienes con oficio y compromiso dieron brillo al suyo. Interpretes, escritores, artistas y ciudadanos valientes que marcaron rumbo en la ética de sus fotografías.
Desde 1977, dedica su expresión al registro en vivo de obras de teatro.
DIEGO KEHRIG (Buenos Aires, 1968) Ganador del primer concurso de dramaturgia organizado por el Instituto Nacional del Teatro.
Ha participado en una docena de espectáculos del circuito de teatro alternativo de la ciudad. Ha integrado el equipo de producción para Televisa Argentina y John De Mol Entertainment. Dirigió el Centro de Documentación Histórico del Stadium Luna Park. Sus investigaciones sobre el Teatro Caminito, el archivo de Eduardo Lerchundi y el café-concert porteño han sido declaradas de interés cultural por el Ministerio de Cultura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Durante 22 años se desempeñó como librero. Actualmente, publica sus trabajos bajo el sello DK Editor.
Con cada sesión, Ferrari incorpora a su archivo una enorme cantidad de piezas. Regresa del teatro con al menos 300 fotografías inéditas en su carrete. Con la intención de reflejar la singularidad de su práctica y acotado por los límites intransigentes de la página, la curaduría me condujo inexorablemente a la superposición de imágenes.
Teatro x la Identidad ofrece con cada ciclo una variada y suntuosa programación. Así, cámara en mano, Ana María se ha visto obligada a cruzar más de una vez la calle Corrientes a las apuradas en pos de registrar y multiplicar el mensaje.
Por su parte, las Abuelas aprendieron, por fuerza, a sumar a sus tareas diarias de maestras, obreras y amas de casa la búsqueda de sus nietos apropiados. Ellas conocen mejor que nadie la urgencia de realizar más de un movimiento a la vez.
Entonces, la decisión de presentar el movimiento múltiple en las fotografías de Ana María produce una danza sincrónica con las tareas encomiables de las Abuelas y TxI.
Finalmente, las fotografías aquí exhibidas son escoltadas con nombres y apellidos. Cada rostro exige su seña y filiación. Reafirma y denuncia la deuda. Acompaña la importancia de reconocer y validar la identidad como un derecho fundamental.
Conocí a Ana María Ferrari en los años ’90, gracias a nuestra amiga en común, la querida y admirada Cecilia Rossetto. Ana era su fotógrafa personal, y me cautivó desde el primer día, no sólo por la fulgurante teatralidad de sus imágenes, sino también por su excepcional calidez y generosidad. La recuerdo siempre atenta y solícita, detrás de esa cámara que era refugio de su timidez y a la vez vanguardia intrépida de su mirada.
Creo que fue en el año 2009 que me confió que quería acercarse a Teatro x la Identidad, movimiento al que me siento ligada desde sus inicios, cuando con Daniel Fanego y un entusiasta conjunto de actores y actrices concebimos aquel espectáculo que le daría origen, A propósito de la duda. Inmediatamente, la puse en contacto con los queridos compañeros y compañeras de la comisión directiva. Todavía evocan con una sonrisa la mañana en la que la citaron en la antigua sede de la calle Guardia Vieja, y Ana apareció, como un ángel salvador de estómagos madrugados, con un suculento paquete de medialunas. Desde entonces, puso su cámara al servicio de TxI, acompañando todas las funciones, retratando amorosamente a una infinidad de teatristas, capturando instantáneas únicas, que sólo una lente sensible e intuitiva como la suya podría eternizar. Hoy, gracias a la exquisita curaduría de Diego Kehrig, es posible vislumbrar cada instante mágico de los largos años de TxI a través de este libro digital, que reúne todas sus fotografías, y que será sin duda un gozoso descubrimiento del arte de mirar de Ana María Ferrari.
Patricia Zangaro

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